Al despertar, un buen día (mi gato es azul)

Dev Harvey- Gato azul

El gran perro azul era raro, qué duda cabe.

A Carter le palpitó el corazón con furia mientras le observaba a través de los cristales de la ventana. A decir verdad, aquél animal de cara estúpida le daba un miedo irracional.

Porque era azul. Nada de negro, marrón o moteado como cualquier perro de bien. Azul. Azul intenso.

"Y ahora que vengan los graciosillos de turno con el chiste de marras: que el animalito debió pasar por la peluquería para un cambio de look (jijiji). ¡Se la juegan, se la juegan conmigo,¡hatajodeimbécilesinútilesintegralesestúpidoshijosde perra!"

El chucho era azul natural, ¿acaso no se daban cuenta?, ¿no lo veían exactamente igual que lo veía él? 
Entonces todos debían tener los ojos donde la espalda olvida su educado nombre. ¡Toooodos, perros y gatos, se habían vuelto azules! 

    
    “Perturbado”

    “Tarado”

    “Chiflado”

A la gente siempre le resultó fácil criticar, aplicar adjetivos al resto de la humanidad; sobre todo a esa gente que debiera estar, más que en silencio, amordazada. 
"Qué... ¿qué narices les pasa? ¿Por qué me miran con esa expresión bobalicona? ¡Si sólo falta que se les caiga la baba para confirmar que son tontos!

Se van a llevar una sorpresa de cojones cuando el chucho cague en medio de la calle, delante de sus papos."

    
     "Con Latimer ocurrió eso. Una noche era un gato perfectamente normal y a la mañana siguiente, cuando maulló exigiendo el desayuno, su brillante pelaje negro se había vuelto azul. Azul cobalto. ¡Azul cobalto sí, joder!

Y después hizo pis. Eso fue lo más extraordinario… No que hiciera pis, ¡qué va!, sino que el tipo meara blue water jajajajaja.

Tuve que sentarme, lo confieso, yo tampoco podía creerlo. Y así, sentado, me lo quedé mirando fijamente mientras él se dedicaba con parsimonia felina a su aseo matinal. Como si no pasara nada, como si fuera lógico, como si toooodo estuviera bien.

Ese día no fui a trabajar, lo consagré entero a vigilar al viejo Latimer.

¡Trece años siendo un digno gato de vulgar pelo negro y de repente, ¡zas! se volvía azul y meaba azul, hay que sanjoderse! 
No quise pensar de qué color serían sus heces, ¡ni hablar! Asimilaría el cambio por fases, me lo tomaría con calma, investigaría…

Anduve persiguiéndole por toda la casa todo el maldito día.

Y también el día siguiente.

Y el otro.

Y el otro. 
Y el otro…

Hasta que me encerraron aquí”.

Ana Sefern