.png "English"){kind=small}
Real Handmade-Lady walking on the beach
Vuelve la vista atrás y descubre sus huellas solitarias sobre la arena mojada. En la orilla, hasta donde alcanza su mirada, se acumulan conchas vacías en ficticia línea recta.
"Restos de vida", piensa.
El suave sol de noviembre comienza a calentar en la mañana que avanza, pero ella se estremece y siente el frío atravesándole la piel, cruzando el umbral de su cuerpo para anidarle en el pecho un día más. Se abraza instintivamente en un intento vano de espantarlo y así continúa caminando, despacio, con la mirada baja, contando los pasos mentalmente.
La playa está desierta, el verano es sólo un desvaído eco que le trae recuerdos de veranos pasados, de otra lejana playa. Huellas cómplices, confidencias, besos. Susurros de cuerpos fundidos sobre la arena fría de la noche se vuelven presente.
Sonríe, danza una luz fugaz en sus ojos que se apaga con un suspiro.
Él finge contemplar las gaviotas pero, en verdad, la observa desde la distancia como hace cada mañana en un secreto ritual que le mortifica. Notar aquella punzada dolorosa dentro es lo único que espolea sus sentidos.
La ve tan lozana, tan hermosa, como aquél remoto día en que le robó el corazón y, con él, la capacidad de vivir sin ella. Sabe el porqué de su sonrisa, el significado de cada suspiro.
Sabe que está recordando. Conoce la historia de su amor perdido.
Sabe, y no quisiera saber, que está pensando en otro. Y duele tanto...
Se le escapa un suspiro entrecortado, de angustia e impotencia, sus viejos ojos se llenan de lágrimas. Porque después de tantos años compartidos aún la siente lejana. Porque cada nueva mañana es consciente de que nunca supo cómo conquistarle el alma.
La playa está desierta, el verano es sólo un desvaído eco que le trae recuerdos de veranos pasados, de otra lejana playa. Huellas cómplices, confidencias, besos. Susurros de cuerpos fundidos sobre la arena fría de la noche se vuelven presente.
Sonríe, danza una luz fugaz en sus ojos que se apaga con un suspiro.
Él finge contemplar las gaviotas pero, en verdad, la observa desde la distancia como hace cada mañana en un secreto ritual que le mortifica. Notar aquella punzada dolorosa dentro es lo único que espolea sus sentidos.
La ve tan lozana, tan hermosa, como aquél remoto día en que le robó el corazón y, con él, la capacidad de vivir sin ella. Sabe el porqué de su sonrisa, el significado de cada suspiro.
Sabe que está recordando. Conoce la historia de su amor perdido.
Sabe, y no quisiera saber, que está pensando en otro. Y duele tanto...
Se le escapa un suspiro entrecortado, de angustia e impotencia, sus viejos ojos se llenan de lágrimas. Porque después de tantos años compartidos aún la siente lejana. Porque cada nueva mañana es consciente de que nunca supo cómo conquistarle el alma.
Ana Sefern
