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lunes, 31 de octubre de 2022

Cita con la Vida

Somos un instante, una cita con la vida a la que acudimos por imposición. Y sin embargo, inmersos ya en ella, nos aferramos como se aferra el enamorado a una novia tóxica que hiere y bendice a capricho, que fustiga y regala efímeros momentos de placer. El enganche es total. ¡Es tan bella, tan excitante! ¿Cómo resistirnos a su delirante juego? 
Tan breve como extensa, tan ácida como dulce, tan metódica como imprevisible, así es la cita que la vida nos concedió sin darnos opción a réplica. Por sus virtudes, por todas sus imperfecciones es que nos negamos a ser, tan solo, el instante que nos dispensa. 

En momentos de cruda lucidez somos conscientes de que esa novia ponzoñosa nos abandonará un día, que llegará el momento del ocaso en la tormentosa relación, que nos dará la patada, que la cita acabará como todo aquello que tiene un principio. Mientras, ella, como si no le afectara nuestra ausencia, continuará alentando que otros se hagan la ilusión de ser eternos.
No lo pensamos demasiado, pero lo sabemos a ciencia cierta y aún así, la perdonamos. La amamos. 
Asumimos a regañadientes el derecho que todo ser vivo tiene a disfrutar de un encuentro con la más guapa. Y para que lleguen otros, para que se concierten nuevas citas, la nuestra debe concluir. ¿Lo asumimos? Acaso sí, acaso no todos, quizá no del todo. Impuesta o no, pocos desean que en su apasionante encuentro llegue el momento en que doblen las campanas que un día repicaron de gozo. A pesar de patalear y dejarnos la garganta en el camino, aunque en ocasiones el corazón salte desbocado o a punto de detenerse;  aunque estemos deseando que se acabe el viaje en esta nuestra montaña rusa desenfrenada. 
"Denos usted un poco más de tiempo, señora, no queremos perdernos nada. Somos masoquistas, queremos beber la pócima aunque nos envenene poco a poco entre terribles dolores y breves alivios". Solo cuando nuestra cita empieza a convertirse en una gincana en la que nos sentimos demasiado desorientados, cansados, desmotivados y en inferioridad de condiciones, claudicamos y aceptamos.

Porque la alternativa a la vida es una incógnita, un misterio que nos aterra desvelar. Una puerta cerrada donde debemos abandonar nuestra maleta de fin de semana, en la que paradójicamente cabe todo lo que fuimos, para que se nos permita recorrer el tramo final de un pasillo rumbo a lo desconocido.
Y es entonces, frente a esa puerta, cuando nos damos cuenta de lo poco que pesa nuestra maleta, de lo pequeña que es, del poco valor de su contenido. 
Y es que solo fuimos un instante, pero nos creímos perpetuos, o lo que es peor, imprescindibles.

A. Sefern

Que paséis una feliz noche de Halloween, día de Todos los Santos y Difuntos. Disfrutad mientras la cita continúe. 

sábado, 13 de noviembre de 2021

Joyas de Otoño



"Autumn Jewels"-Ford Smith fine art

No es decadencia el otoño. Aunque no explosionen en color las flores, aunque crujan las hojas secas bajo nuestros pies, aunque el cielo gotee camuflando las lágrimas de un triste recuerdo y el viento forme remolinos alrededor. 

Es la antesala al descanso, el prólogo al sueño reparador para un futuro glorioso renacimiento. Una invitación a abrir puertas y ventanas al aire que se renueva, a los colores cálidos, al sol amable que abriga sin quemar. A la serenidad.

No, no es el otoño un empezar a morir. 

Tan solo una llamada tímida a los paseos que estimulan los sentidos, a las manos frías unidas, a la lectura sosegada, al reposo de los latidos más galopantes. Un dulce silbido animándote a descubrir o redescubrir, respirar su aroma, saborear con deleite su belleza rubia, pelirroja y castaña; a paladearla como lo harías con un buen chocolate. Es un boleto premiado para una conversación cómplice frente al fuego como única luz. 

Tiempo de galletas, de café caliente y pan, de castañas, nueces y avellanas... De granadas, membrillo, moras, higos y manzanas.
Joya entre las joyas, tiempo de riquezaTiempo de cosecha.
Ana Sefern

lunes, 20 de septiembre de 2021

Matar al Anciano Colibrí











Cuando todavía era capaz de soñar, capaz de crear, tuvo que matar al colibrí que cantaba en su cabeza. Le mató para liberarlo de una condena que había durado demasiado, consciente de su canto poco armonioso, cada vez más lejano, y de su antiguo vigoroso aleteo, ralentizado. 

Ahora le echa en falta porque tanto silencio le abruma, porque el soplo de aire fresco de su aleteo ya no trasnocha más en su cabeza alejando las sombrías nubes de tormenta; porque fue inmoderado el tiempo que le sirvió de alivio. Ahora no sabe cómo hacer, cómo barrer hacia afuera cuando el sueño no llega, cuando se vuelve oscuro y el canto no lo aleja.

Sin embargo, aunque se siente huérfano, aunque ya no sueña y ya no crea, no se arrepiente de haberle matado. Lo que por imposición se mantiene no es más que un burdo engaño. Hora es de continuar sin muletas, sin inocentes mentiras que ya caducaron.

A. Sefern

jueves, 14 de noviembre de 2019

Una Vez Más



















Remember that time by Meena Matai


Después de un tiempo, no sé si mucho o poco, cuando la ausencia es un hecho que se siente real, que se palpa, que toma consciencia. Cuando, supongo, que se asume definitivamente y también, por qué no, se acepta porque es ley de vida, porque la vida es así, porque es el destino de todo ser vivo desaparecer, transformarse o reciclarse, revivir... qué sé yo. Después de todo, te veo ahí, en el umbral de la puerta, observando y sonriendo, más que con la boca, con los ojos. Como cuando te guardabas un as es la manga y yo lo sabía, aunque no acertaba adivinar cuál... Y mira que le daba vueltas.

Y te veo, no como en tu mejor época, tampoco como en la peor, sino en esa intermedia que tan bien conocí en la que tarareabas al afeitarte o silbabas al trabajar aunque la faena fuera dura y estuvieras cansado. Como cuando jugábamos a las cartas, o jugabas con mamá y ella se enrabietaba porque siempre ganabas tú. Y tú te reías. 

Siempre canturreando, siempre silbando bajito. 
Supongo que fue gradual y tu alegría innata se fue apagando con los años. Un día, así, sin más, me di cuenta de que ya no silbabas al trabajar, ya no tarareabas aquellas "no canciones", no te chispeaban los ojos. Ese día me dio un pellizco el corazón y aunque nunca dije nada, durante años me pregunté qué sentirías, qué pensarías. 
Por qué. 

Quizá no me atreví a preguntar, intuí el motivo. Éramos  - somos- tan parecidos en lo que de verdad importa... Quizá sabía que no me ibas a responder, quizá temí que respondieras la verdad. Quizá estaba equivocada. 
Pero también, quizá, ahora tú sepas lo que siempre sentí por ti.

Por eso, hoy que el recuerdo te ha traído de forma tan clara, sin buscarlo, sin esperarlo, sin pedirlo, me he alegrado de verte así: con los ojos sonrientes, como guardando un buen secreto.
Una vez más.
Ana Sefern

sábado, 6 de abril de 2019

Bailarina

Painting by Meredith Hannon

Danza, sueña, diáfana y etérea,
con la fragilidad de la que nace tu fuerza.
Gira en el fragor de la tormenta
impulsada por el viento que a las olas canta 
y tu ilusión alimenta.
Baila, bailarina, que parece que flotas
sobre una liviana nube
de la que, frías, se desatan las gotas.
Danza, gira, baila bailarina, 
enroscada en tu espiral de sentimientos,
en tu tormenta y en tu calma,
serena o desconsolada, tú,
simplemente, baila.
Ana sefern

lunes, 25 de marzo de 2019

Flores sin Nombre

Cosmos Road by Barbara Philip´s


Crecerán las flores en las márgenes del camino.
Asomarán pletóricas por entre la hierba 
mojada de rocío.
No serán rosas, 
no serán narcisos,
no tendrán nombre, 
salvo para los entendidos.
Pero sí tendrán vibrantes colores, 
rosa, azul, amarillo...
desafiando en la alborada
al sol naciente, al cielo añil y al aire limpio.

Ella alargará su mano fina, 
cortar querrá un buen puñado,
formar con él un ramo 
para alegrar su hogar umbrío.

Pero luce tan hermoso aquél viejo camino,
a menudo gris y desfavorecido
que no querrá estropearlo 
dejando en él huecos vacíos.

Se conformará con caminar 
por entre el gozoso pasillo de flores vivas,
los ojos brillantes, una sonrisa en los labios 
respirando la perezosa brisa 
que mece los tallos lacios. 

Ana Sefern

sábado, 2 de marzo de 2019

Palabras Mudas


Palabras mudas que no son simples palabras, 
palabras con las que no se atrevería el viento 
ni el tiempo podría borrarlas. 
Pero estaban escondidas en el arcón de los silencios, 
atrapadas con la razón, la desgana
y mi fama de charlatana.
Hace tiempo que pasó su tiempo 
porque a nadie le interesó escucharlas,
se mudaron del arcón a una balsa de agua  
donde crecen el verdín y las algas.
Y ahí se quedarán, para siempre, estancadas.

Ana Sefern

viernes, 18 de enero de 2019

Asomada a la ventana


           
Asomada a la ventana, dejándose bañar por la luz de la luna, cerró los ojos. Sentía así que se integraba mejor con el entorno, notaba vibrar en su interior cada pequeño sonido del campo en esa insomne noche de verano. Los sentía muy adentro, los escuchaba y los respiraba.  
La brisa era una casi imperceptible caricia sobre su piel sudorosa y no lograba mitigar la desazón. La noche se conjuraba contra ella con todos sus elementos. La desvelaba, la acercaba a sus pensamientos más recónditos, le removía el espíritu sin compasión. Los sonidos del silencio eran gritos si les prestaba demasiada atención. Y ella lo hacía.
El delicado chasquido de una ramita al quebrarse, dos o tres grillos conversando a distancia, un breve trino adormecido, el clu-clú de algún renacuajo nadando en el sifón de riego, al otro lado del camino. Los árboles parecían quietos, sin embargo, susurraban como si velaran a un enfermo. Un gato deambulaba bajo ellos con su cauto paso almohadillado, pero en aquella quietud, no le pasó desapercibido.
El motor de la nevera, en la cocina, trabajaba a sus espaldas; el tic-tac del reloj de la mesilla marcaba los segundos infatigable. Un coche pasó raudo por la lejana carretera. Se preguntó inconscientemente a dónde iría, aún cuando ni esperaba ni deseaba respuesta. 
Su mente empezó a tejer un poema que no concluyó. Inició un segundo. En momentos así siempre le salían los más melancólicos, los que bebían directamente de su yo profundo, aunque los rechazara por sistema. Aunque, invariablemente, sucumbiera a su magnetismo.

No puedo olvidar aquellas notas encadenadas; 
siento, todavía, mis latidos de entonces. 
Rememoro tus gestos, tu mirada, mis temblores.
No puedo olvidar los olores, tan ricos y dispares.
Los temores.
Recuerdo las ausencias, 
los encuentros ya carentes de sentido.
El frío.
No puedo olvidar la herida, la sal vertida,
el nudo que estrangulaba las entrañas, 
subía y me ardía en la garganta.
Las lágrimas derramadas, las contenidas.
Me olvidaste,
te olvidé.
Y, a veces, aún te olvido.

Ana Sefern

viernes, 30 de noviembre de 2018

Las Dos Mitades de su Alma

Image: Mystery of the soul

Una parte de su alma helada 
deambula sin cobijo. 
Anda perdida sin rumbo fijo,
sin hoguera ni castillo, 
sin tierra, sin destino.

La otra parte, erguida y expectante, 
aguarda sin desmayo 
a que llegue un mes de mayo
 que reverdezca el bosque albino.

Y se miran con recelo
al despertar lo que latía dormido.
Quiere una seguir perdida,
la otra, un estallido.

En medio del desconcierto 
intenta descifrar un interior 
donde ya no manda, 
donde, acaso, todo tiene sentido 
aunque no entienda nada.
Conciliar esas dos mitades 
tarea ardua es  
porque a él nada le conforma 
y a ellas nada les calma.
Ana Sefern

viernes, 9 de noviembre de 2018

Y Sentir

Art digital by Sandra Knego-Pause

Quiero volver a sentir
como se siente por vez primera,
que ya lejos queda la primavera
y se me está olvidando vivir.

Descubrir con sorpresa
el pellizco secreto de la ilusión nueva,
volver a soñar con las estrellas,
aceptar el reto de sentir el alma presa.

Quiero quedarme callada
mientras disfruto de una nueva madrugada,
contemplarla con ojos nuevos
sin nada que me distraiga.

Sentir y latir con fuerza,
pisar y caminar con ganas,
correr por falta de paciencia,
aunque con un muro me de en la cara.

Quiero volver a sentir
como se siente por vez primera.
Y sentir y sentir de verdad, aunque duela,
como le duele al invierno la primavera.
A. Sefern