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domingo, 24 de febrero de 2013

ECOS DEL PASADO (segunda parte) (3)

2ª PARTE
ECOS DEL PASADO en un relato que consta de dos partes. La primera se titula "BREVES ANOTACIONES DE MAGDALENA YÉLAMOS" y la segunda "LA CAZA". 
Cada parte está dividida, a su vez, en varias entregas (1) (2) (3)...

Esta es la tercera entrega de la parte segunda.

                                        (3)

LA CAZA
OCTUBRE 17, DE 1.873


Magdalena y María salieron juntas de la sala donde daban clase todos los días. Eran las once y media, la mañana continuaba mortecina y desangelada. María dijo que iba un rato a hacer compañía a su cuñada y la niña se dirigió a la cocina en busca de un vaso de leche caliente. Se sentía bien allí viendo trajinar a Saladina y a Rolindes. Ellas siempre la recibían con una sonrisa y se apresuraban a darle algo rico para comer. Magdalena les tenía mucho cariño.
De camino allí tropezó con Mateo, el mayordomo, un hombre de mediana estatura al que sobraban bastantes kilos, por lo cual su paso era reposado. Dueño de un carácter retraído, no hablaba gran cosa, pero a Magdalena le inspiraban confianza su rostro rubicundo y sus ojillos de mirada inocente.
      —¿Mi padre está en casa? —le preguntó.
      —No creo, señorita, no le he visto en toda la mañana, no está en su dormitorio ni en el despacho.
—Bien, gracias Mateo. Estaré en la cocina tomando algo caliente, hace mucho frío hoy.
     —Sí, señorita Magdalena. ¿Quiere que… la avise…
        —No, gracias, prefiero pensar que sigue fuera.
Mateo la comprendió perfectamente, pero tenía muy en cuenta su posición en la casa, no podía permitirse opinar en público de su patrón, que tenía ojos y oídos en todas partes, si quería conservar el empleo.
       —Como usted mande.
       Saladina sirvió un gran tazón de leche caliente a Magdalena, y Rolindes le acercó un plato de pastas. Ambas tenían en gran estima a la niña, no podía ser de otra forma, siempre tan sola, tan tristona y pálida. Sin embargo, no se atrevían a hacerle preguntas, eso hubiera estado fuera de lugar. Además, la muchacha iba a la cocina en busca de un poco de conversación inocente, se interesaba por sus familias. 
Saladina era viuda, tenía dos hijos ya adultos y también nietos. Rolindes, de tan solo diecinueve años, dos hermanas pequeñas y un novio en el pueblo al que veía en su día libre, si el amo no disponía otra cosa. A Magdalena le gustaba que le hablaran de todos ellos y Saladina creía que la niña hacía comparaciones entre su propia familia y el resto.
La cocinera, quien llevaba más tiempo trabajando en la casa, era muy consciente de cómo, con el correr de los años, Alurka, la joven señora Yélamos, había pasado de “hermosa flor exótica” a “rosa decadente y reseca”. Casi siempre estaba enferma, apenas pudo ejercer de madre los tres primeros años de vida de Magdalena, así que la niña se había criado bajo el dominio opresivo de aquél padre anormal y dictador, un ser incapaz de dar o sentir afecto por alguien. ¡Qué diferencia con su hermana, Dios la protegiera, porque era la única que se interesaba por el bienestar de la chiquilla y de su cuñada! La única persona, también, a quien el señor parecía tolerar. Saladina temía el día en que se le terminase la paciencia al esposo, otro santo varón, y le prohibiese volver a pisar aquél mausoleo. De buena gana abandonaría ella misma la casa para no volver, así como lo haría -le constaba- el resto del servicio, pero eran tiempos difíciles, sobre todo para la gente humilde, y todos necesitaban el empleo y el jornal que se ganaban allí. Aún a costa de soportar cosas que les repugnaban.
       Yélamos entró en la cocina media hora más tarde enfriando el ambiente con su sola presencia. Saladina y Rolindes se retiraron a un rincón, una junto a otra, y se mantuvieron erguidas cruzando ambas manos sobre el mandil. Magdalena terminó de masticar un trozo de pasta, que tragó a duras penas.
    —TÚ, espérame en el despacho —le ordenó su padre rudamente—. Usted, Rolinda, Rosalinda o como se llame, vaya a buscar al resto del servicio y tráigales aquí de inmediato.
     —Sí, señor.
Rolindes salió detrás de Magdalena, cada cual tomó un camino y no cruzaron palabra. Magdalena, inquieta, se preguntó por qué su padre estaba tan alterado. ¿Qué querría de los criados para reunirles a todos a un tiempo con tantas prisas? Si de algo estaba segura era de que no habían hecho nada malo. Remoloneó cerca de la puerta principal sin obedecer la orden de esperar en el despacho. Al final, determinó volver sobre sus pasos. Tenía que saber.
Les vio entrar en la cocina, uno tras otro. Su padre no se molestó en cerrar la puerta, así que pudo escuchar claramente todo lo que dijo.
     —Discúlpeme, ¿algo no está a su gusto, señor? —oyó preguntar a Mateo en representación del grupo.
      —¡Cállese! Quiero que salgan todos de mi casa ahora mismo. No se les ocurra volver, su trabajo aquí termina en este momento. ¡Eso es todo!
Aquellas inauditas palabras provocaron un silencio tenso que duró varios segundos.
—Pero señor…
Magdalena no vio que su padre empuñaba la escopeta que llevaba colgada al hombro, los presentes en la cocina hubieran preferido no verlo. Este gesto amenazador atajó la queja de Mateo e hizo que todos dieran un paso atrás, alarmados. Sus expresiones de estupor fueron unánimes.
       —No hay más que hablar, ¡muévanse!
       —Perdón, señor, Di-Dios me libre de mo-molestarle… yo... bueno, nosotros… ¿podría coger mi capa y unas cosas que…  —pidió Rolindes con un hilo de voz.
Yélamos le dedicó una mirada capaz, por sí sola, de congelar el infierno.
      —¿Es usted tan estúpida que no entiende una sencilla orden?  Nada de lo que hay bajo mi techo les pertenece a ninguno. Salgan ¡AHORA! —vociferó Ramo Yélamos encañonando al grupo con la misma escopeta que acababa de segar la vida del joven Elías.
Magdalena, horrorizada, decidió avisar a su tía. ¿Acaso su padre había perdido totalmente el oremus? ¿Cómo podía echar a todos los criados? ¿Qué iba a ser de ella y de su madre viviendo solas en la casa con aquél monstruo?
     —¿No te he dicho que esperaras en el despacho? —la voz de Yélamos tronó en el pasillo al encontrarla todavía allí—. ¿Es que en esta casa nadie sabe obedecer?
      —Padre… ¿qué pasa? No… no entiendo…
     —¡Me es indiferente si entiendes o dejas de entender, limítate a hacer lo que se te dice cuando se te dice, maldita furcia busca problemas! ¡Ve al despacho y no te muevas de allí hasta que yo vaya! ¿Me has oído bien? ¿PUEDES COMPRENDER, AUNQUE SÓLO SEA ESO?
Magdalena tragó saliva con dificultad antes de insistir:
     —Padre, ¡por favor!, dígame qué ha pasado, ¿por qué está apuntando a los criados con la escopeta? —la chiquilla tenía los labios resecos y temblorosos—. ¡No han hecho nada!
El hombre fue hacia ella, más rápido de lo que su paso renqueante podría dar a entender. Magdalena se apretó contra la pared y se cubrió el rostro con el antebrazo, aterrada, incapaz de desviar la mirada de aquél semblante desencajado que se le venía encima.
      —¡No, señor, no la pegue, ya nos vamos! —exclamó Mateo. Su patrón le ignoró.
—¡Ten cuidado, no me desafíes, muchacha, no- me- de-sa-fí-es! —siseó Yélamos con la cara a pocos centímetros de la de su hija, de modo que Magdalena aspiró su aliento rancio. A continuación, su padre le propinó un empellón para obligarla a marchase. Magdalena huyó al despacho con su pálido rostro mojado por las lágrimas.
Yélamos se volvió entonces a mirar a Mateo.
     —Tiene suerte de que hoy sea su último día bajo mi techo, hombrecillo. ¡Nadie me dice cómo debo educar a mi hija! Dirigiéndose al grupo escopeta en ristre, agregó entre dientes: ¡LARGO! ¡FUERA!
Les siguió hasta la puerta principal y, de allí, hasta la verja que separaba la finca del mundo exterior. En ausencia de guarda tuvo que ocuparse él mismo de abrirla y cerrar de nuevo. Sus, hasta entonces, fieles sirvientes quedaron al otro lado, desconcertados y encogidos por el frío.
  —¿A qué esperan? ¡Márchense de una vez, condenados zarrapastrosos! —les apremió, observando el entorno con innegable inquietud.
Sus motivos tenía. 
                                                            Continuará...

18 comentarios:

  1. ¿Cómo estamos? Supongo que ya has desayunado, supongo que te has duchado y supongo que estás tan tranquila...
    Muy bien, no me ha gustado nada. ¡Qué barbaridad has hecho! Tú has sido, no Yélamos.
    Con lo que me encantaban Elías y Magdalena... y, encima, cómo lo has dicho, como de pasada, a ver si no nos damos cuenta, a ver si cuela, ¿no?
    Pues no ha colado.

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    1. Tan tranquila estoy, sí. He desayunado ligeramente, a la ducha me voy dentro de un rato, soy poco metódica y hoy es domingo.
      ¿No te ha gustado? La vida no es de color rosa, amiga mía, y esto se veía venir, aunque bien es cierto que la esperanza es lo último que nos queda.
      No, no he sido yo, yo no sé utilizar una escopeta, (aunque ya me gustaría, ya, jojojo) Entre FG y yo íbamos a repoblar un buen terreno. Ayer me reía por debajo de la nariz leyendo su relato, porque ya sabía lo que venía hoy.
      Siento mucho que la historia no discurra a tu gusto, veremos si puedo arreglarlo de alguna manera...
      ¡Ay, no coló!
      Buen domingo

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  2. Cielos!!! me has puesto de los nervios ahoraaaaaaaaaa.... jajajajajaj esta mañana vi que habías publicado pero no quise venir porque habría leído con prisas y ahora te reirás porque he leído volando!! pues lo que quería saber era acerca del pobre Elías y me has descolocado con el despido de todo el personal, lo que miedo me da Magdalena allí sola por que la madre poco cuenta por lo que hemos ido viendo.

    Jajajajajajaja así que entre tú y yo no íbamos a dejar tierra campa para nadie... habría más por debajo qu epor encima eh?

    Besitos!!!!

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    1. Querida FG, te lo has leído volando y te has saltado precisamente lo que querías saber. Porque sí que he hablado de Elías. Te recomiendo que te lo vuelvas a leer con calma.
      Un besito

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    2. Nena, si lo de que se ha cargado a Elías lo he visto, pero lo has puesto tan pero tan de refilón que casi parece que no querías que lo viéramos.... NO me salto nada de nada, aunque lea rápido... jajajaja
      Lo que no había leído aun era tu respuesta.

      Besitos!!!

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    3. Si es así disculpa, no entendí tu comentario, me extrañó que no hicieras referencia a ese detalle y sí al despido de los criados, que es consecuencia de lo anterior.
      Besitos!!!

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  3. Aix siempre llego tarde.... este finde solo me pedía sofá, sofá, sofá y peliculas de colorines de antena 3 para dormir a mis anchas!!!! Y os encuentro por aquí con este desbarajuste que ha liado el diablo este,que me ha dejado con un palmo de narices !!! ¿Que va a pasar ahora? A ver que nos preparas Nena....
    Un beso con cariño.

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    1. Pues no sé, Lidia, porque me da la sensación de que tú y FG no os habéis dado cuenta del verdadero desbarajuste que ha formado Yélamos, ya que es extraño que no lo mencionéis y está muy claro. ¿No lo habéis leído? Simple curiosidad.
      Un beso.

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    2. Voy a leerlo otra vez, a ver si ahora no me entero de las cosas.... aix, voy a ver....

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    3. La verdad es que no sé que puede pasar para que despida a todo el servicio!!!! Bueno me he fijado que solo tolera a la hermana!!! Aix la verdad no caigoooooooooooooooooooooo

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    4. "Nada de lo que hay bajo mi techo les pertenece... vociferó Ramo Yélamos encañonando al grupo con la misma escopeta (termina de leer esta frase)
      ¿Caemos ya? ¡Madre mía!

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    5. Ahhhhhhhhhhhhh con la misma escopeta que acababa de segar la vida al joven Elías, se lo ha cargado el muy cab... aix XD que lectoras tienes !!!! nos vas a echar del blog !!!!!! y eso que había leído el comentario de Mela !!!!.
      Ahora vamos a tener que ir de entierro....
      No me he caído porque estoy sentada en la silla con respaldo!!!!!!

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    6. Deberías haberte caído, lidia, dicho desde el cariño jajaja!!!!
      Un beso.

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    7. jajjajaja si debería, por mala lectora y no prestar atenciónnnnnnnnnnnnn jajajajjajajajajaj

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  4. Bueno! al fin vuelvo a retomar el hilo del relato. Los tres últimos capítulos no los había leído y veo que ha ocurrido lo que todos temíamos.¡¡Pobre Elías!! y pobrecilla niña en casa sola con ese lunático perverso, a santo de que ha despedido a todo el mundo? Espero no quedarme atrás de nuevo.
    Besos miles

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    1. Bienvenida de nuevo al tren, Julia, ya ves que las cosas no marchan bien para Magdalena y mucho menos para Elías. Yélamos se ha salido con la suya y pintan bastos... al menos por el momento, ya veremos en qué deriva todo.
      Un beso, dos y tres y los que hagan falta.

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  5. Por Dios, este hombre es Satanás!!!!
    Además te ha quedado muy vívido, casi retumbaban sus gritos en el silencio de mi noche lectora. Ojos como platos y frentes perladas de sudor...
    Besos

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    1. Me complace que los gritos te hayan llegado y también su maldad, superior a su vozarrón desagradable. Las frentes perladas de sudor también las tenían los criados, sólo que al salir al camino gélido se les secaron de golpe.
      Besos, guapa.

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