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viernes, 18 de enero de 2019

Asomada a la ventana


           
Asomada a la ventana, dejándose bañar por la luz de la luna, cerró los ojos. Sentía así que se integraba mejor con el entorno, notaba vibrar en su interior cada pequeño sonido del campo en esa insomne noche de verano. Los sentía muy adentro, los escuchaba y los respiraba.  
La brisa era una casi imperceptible caricia sobre su piel sudorosa y no lograba mitigar la desazón. La noche se conjuraba contra ella con todos sus elementos. La desvelaba, la acercaba a sus pensamientos más recónditos, le removía el espíritu sin compasión. Los sonidos del silencio eran gritos si les prestaba demasiada atención. Y ella lo hacía.
El delicado chasquido de una ramita al quebrarse, dos o tres grillos conversando a distancia, un breve trino adormecido, el clu-clú de algún renacuajo nadando en el sifón de riego, al otro lado del camino. Los árboles parecían quietos, sin embargo, susurraban como si velaran a un enfermo. Un gato deambulaba bajo ellos con su cauto paso almohadillado, pero en aquella quietud, no le pasó desapercibido.
El motor de la nevera, en la cocina, trabajaba a sus espaldas; el tic-tac del reloj de la mesilla marcaba los segundos infatigable. Un coche pasó raudo por la lejana carretera. Se preguntó inconscientemente a dónde iría, aún cuando ni esperaba ni deseaba respuesta. 
Su mente empezó a tejer un poema que no concluyó. Inició un segundo. En momentos así siempre le salían los más melancólicos, los que bebían directamente de su yo profundo, aunque los rechazara por sistema. Aunque, invariablemente, sucumbiera a su magnetismo.

No puedo olvidar aquellas notas encadenadas; 
siento, todavía, mis latidos de entonces. 
Rememoro tus gestos, tu mirada, mis temblores.
No puedo olvidar los olores, tan ricos y dispares.
Los temores.
Recuerdo las ausencias, 
los encuentros ya carentes de sentido.
El frío.
No puedo olvidar la herida, la sal vertida,
el nudo que estrangulaba las entrañas, 
subía y me ardía en la garganta.
Las lágrimas derramadas, las contenidas.
Me olvidaste,
te olvidé.
Y, a veces, aún te olvido.

Ana Sefern

14 comentarios:

  1. Hola, Nena... A pesar de que muchos detalles me pasan desapercibidos... me he dado cuenta de que has cambiado tu foto de perfil... Muy guapa, y sigue siendo predominante el color verde
    Me ha encantado esta publicación
    Asomada a la ventana, alguien nos ha narrado muy bien lo que estaba escuchando y sintiendo en una noche de verano... cuando no podía dormir
    Sí, el poema es melancólico pero precioso
    Yo hubiera dicho... "Y, a veces, todavía te olvido... recordándote"
    Besos

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  2. Qué juego de palabras tan bonito ese último verso:

    "Y, a veces, todavía te olvido".

    Enhorabuena.

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  3. Bellísimos relato y poema.Besicos

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  4. Uy me sacaste un suspiro. A veces cuando terminas con alguien a pesar de todo queda un gramo de nostalgia. Te mando un beso

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  5. Asomado a la ventana recuerdo que no te olvidé.
    Bso

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  6. Este me llego muy adentro Nena, que bello!
    Bs

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  7. Qué bonito Nena!!! Me ha encantado.
    Besitos

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  8. Esta muy bien escrito,me ha gustado mucho y tiene mucho sentimiento todas las palabras.Cuando quieres de verdad no te olvidas nunca.Besos.

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  9. Que hermoso texto. No se puede olvidar realmente ¿Cierto?
    Bendiciones Ana María.

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  10. Precioso, la contemplación de esa visión campestre, de madrugada, cuando la imaginación bulle con más facilidad y la melancolía campa a sus anchas... Pasarse por aquí siempre es un regalo.

    Un beso ;)

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  11. Hola! Nostalgia.melancolía. dulzura y muy visceral. Gracias y felicitaciones!!!

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  12. Que bonito. Gracias por compartirlo. Mucha belleza.
    Un beso ;)

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  13. Aveces nos olvidamos, nos dejamos ir, nos escabullimos...así son las cosas muchas veces...

    Paz

    Isaac

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  14. Ay, el amor! alegrías y desencantos, pero aun así, triunfa en los corazones.
    Un abrazo

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